Instituto Cristífero

“Para ser testimonio del Amor del Padre para y desde el mundo”

Devolver al pobre su dignidad humano divina (Homilía P.O.Hesayne - 26.08.2018)

Tratando el tema de los pobres, una primera instancia es no caer en simple sentimentalismo de lástima y de ayuda material de aquello que nos sobra.

En una lectura global, casi diría una lectura con el hilo conductor de Dios y los pobres, es admirable la predilección del Dios viviente, el Dios real, hacia la persona pobre, carenciada. El pobre por ser pobre, tiene una preferencia divina.

Por eso que en clave humana y tanto más en clave cristiana, la primera instancia es devolverle la dignidad prioritaria de ser persona humana. Les comento esta anécdota. Hace años un seminarista que ya vestía sotana, se acercó a una boletería de trenes locales en el Gran Buenos Aires; solicita el boleto y paga lo correspondiente. Se da vuelta y encuentra a un hombre mayor tullido pidiendo una limosna con la simple actitud de tener un tachito en sus rodillas para que le depositaran algunas monedas. El joven seminarista quedó entre sorprendido y dubitativo y atinó a decirle al anciano que lo perdonara porque no tenía un centavo más; el anciano tullido le expresó: no es nada padre, quédese tranquilo. Entonces el seminarista le preguntó cómo se llamaba, si tenía familia, etc; comenzó una conversación con el anciano. Siente que se acercaba el tren, entonces nuevamente extendiéndole la mano para despedirse, se disculpa pidiendo perdón por no haberle dado nada. El tullido tomando su mano entre sus dos manos le expresa: no padre, usted me ha dado lo que en 20 años nadie me ha dado. El joven seminarista le dice: señor, yo no le he dado nada. No padre, le responde, usted me ha preguntado cómo me llamaba, me ha considerado una persona y no una simple alcancía; en 20 años que vengo a este lugar nadie me preguntó quién era, me depositaban solamente el dinero.

Esta escena me enseñó para toda mi vida de sacerdote y obispo, que lo primero que debemos entregarle al pobre es devolverle su dignidad de ser humano.

Pasados los años meditando la Palabra de Dios en las cartas de Santiago apóstol, encuentro esta misma escena con enseñanza divina. Abran de tanto en tanto y lean en la carta de Santiago apóstol esta frase: “Hermanos, si realmente creen en Jesús, nuestro Señor, el Cristo glorioso, no hagan diferencias entre personas. Supongamos que entra un su asamblea un hombre muy bien vestido y con un anillo de oro y entra también un pobre con ropas sucias, y ustedes de deshacen en atenciones con el hombre bien vestido y le dicen: Tome este asiento, que es muy bueno, mientras que al pobre le dicen: quédate de pie… (Sgo.2, 1-4)

¿En nuestras asambleas eucarísticas, se trata al pobre igualmente que al rico? Siempre me llamó la atención con mucha pena el canasto de Cáritas. En mis 70 años de sacerdote jamás encontré una ropa recién comprada para los pobres. ¿No es falta de fe en la Palabra de Jesús que se identifica con el pobre carenciado a tal punto que en forma explícita lo ha afirmado: lo que haces al más pobre, a mí me lo haces?

No solamente tenemos que devolverle la dignidad de ser persona a los pobres, sino en clave de fe tratar al pobre con la realidad de ser el mismo Jesús, en forma misteriosa pero real.

En coherencia con la enseñanza de Jesús en relación a la atención del pobre, las normas litúrgicas del siglo IV ordenan al obispo celebrante que si entra un pobre o una pobre, y no tiene lugar para sentarse, ha de entregar su propia silla y seguir la ceremonia sentado en el suelo. Extraña medida, pero en la Iglesia de Dios la persona pobre hay que tratarla con el mismo amor como Jesús la ama.

La opción preferencial por los pobres es la opción por Jesús y su Evangelio.

 

                                                                                  Miguel Esteban Hesayne

                                                                                  Obispo emérito de Viedma